Las salas de conciertos en Nueva Normalidad: no las dejen morir (Para Binaural)

El pasado 14 de marzo se declaraba el Estado de Alarma y, con él, se nos vino futuro encima. Un futuro, “La Nueva Normalidad”, que, lejos de seguir el devenir propio del tiempo, ha acabado pareciéndose demasiado al reflejado por las distopías de la ficción cinematográfica. La vida se paró, también la economía y en medio nuestro, ahora, privilegio de disfrutar de la cultura y el ocio de manera multitudinaria y presencial. Tras casi 100 días de ver restringida nuestra movilidad, poco a poco han vuelto las terrazas, los restaurantes, los comercios, los museos e incluso los cines, pero ¿qué pasa con la música en directo?

Los grandes festivales han tenido que ir apagando fuegos sobre la marcha: en un primer momento, muchos, los más optimistas, optaron por mantener sus fechas; otros decidieron retrasar su celebración a otoño, y los más pesimistas, o realistas, se inclinaron por cancelar directamente su edición para 2020. Ahora, en pleno mes de julio, y todavía a ciegas, han empezado a hacer las devoluciones del dinero de los abonos y comenzado a publicar adelantos de cartel para el año que viene con el fin de mantener, en la manera de lo posible, lo recaudado hasta la fecha. Los hay que también han decidido no esperar a 2021 y han anunciado ciclos al aire libre, a modo de festival en pequeño formato, para que el público no se quede, al menos, sin unas pequeñas píldoras estivales.

Pero el caso de las salas de conciertos es bien distinto y su situación es crítica o “desastrosa”, como concretan desde la Sala Sidecar de Barcelona. Los problemas no son pocos: entre ellos, la histórica inexistencia de una licencia concreta y el desamparo derivado de la misma; la descentralización de las competencias, transferidas a cada comunidad autónoma, y una normativa de Nueva Normalidad post COVID imposible de cumplir para la mayoría, y en cuya redacción no tuvieron ni voz ni voto. “El tejido de las salas ya era frágil de por sí: no somos muchas y estamos algo desprotegidas porque no existe una base sólida en la industria, andamos en tierra de nadie con el tema de las licencias… Nos han dejado un poco apartadas porque no sabían muy bien qué hacer con nosotras […] Sabemos desde hace tiempo que no somos un sector prioritario para los políticos”, comenta Carolina Pasero, programadora de la Sala Moby Dick de Madrid.

 

Lee aquí el reportaje completo en Binaural